domingo, 21 de septiembre de 2008

Cuentos chinos sobre la inflación mundial

La incertidumbre en las Bolsas mundiales, la fluctuación en el precio de los commodities, las turbulencias desatadas en las principales plazas financieras mundiales -europeas, asiáticas o latinoamericanas-, le están pasando factura al sistema financiero global. Cada semana, al abrir un diario, nos encontramos con incesantes pronósticos de recesión económica, rescate de bancos al borde de la desaparición, destrucción de miles de puestos de trabajo, exitosos planes de recuperación que duran solo una semana, profecías incumplidas de los dioses de la avaricia cuya especulación nos deja siempre un poco más pobres; y la culpa de todo la tiene China. Un buen artículo en The Economist nos revela algunas claves para comprender qué pasa.
“Muchas personas en Europa y en Estados Unidos piensan que el alza reciente de la inflación, como muchas otras cosas en estos días, es Made in China”. Por muchos años, los baratos productos importados de China contribuyeron a mantener a raya los precios –y la inflación- en las naciones desarrolladas, pero recientemente los salarios y los precios en China comenzaron a moverse en forma ascendente, impactando en los países destinatarios de su producción. Así, China ya no contribuiría a mantener los precios bajo control sino que comenzaría a generar inflación mundial, producto de su demanda creciente de alimentos, energía y minerales que empujaría al alza el precio de los mismos, ante la poca elasticidad al alza de la producción de éstos. Si bien es cierto que la demanda china de la última década explica parte del aumento de estos precios, en el último año -cuando la inflación se empinó en el mundo- las compras de petróleo se redujeron 4%, un porcentaje claramente por debajo de la tasa de crecimiento que mostrara entre 2001-2004, de 12%, cuando los analistas económicos de los países desarrollados estaban más preocupados por la deflación, que por la inflación que dicha demanda podía causar. A fuerza de repetirse, el argumento se convertirá en verdad. Sin embargo, otros datos lo desmienten. En primer lugar, la producción de alimentos china, contra todos los pronósticos, creció más rápidamente que el consumo, liberando, si bien solo parcialmente, esos excedentes para la exportación. Además, el costo de la mano de obra sigue siendo unas diez veces más bajo que el de la economía estadounidense, una relación similar a la de doce años atrás; si bien el precio nominal de los productos chinos subió, se debió más a la devaluación del dólar frente al yuan que a una suba de costos. Aún así, siguen siendo competitivos a nivel internacional.
Es probable que las respuestas debamos buscarlas por otro lado. El tembladeral en que se ha convertido el sistema financiero mundial, producto de la profundidad de la crisis económica de los Estados Unidos, surge de la lenta descomposición de la hegemonía de las actividades financieras por sobre las productivas, donde prevalece la tasa de ganancia de las primeras por sobre la última.
Para que se entienda claro, el vicepresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos declaró hace unos pocos días que “las laxas políticas monetarias mundiales han causado que economías emergentes -como la china-, crezcan demasiado rápido, sumando una demanda adicional de recursos” que supera la capacidad de abastecimiento usual de estas materias. Y añade, “en esos países donde la demanda de materias primas se asocia con un rápido crecimiento de la demanda agregada, las acciones para contener la inflación -frenando esa misma demanda agregada- contribuirán a la estabilidad de precios global”. En otras palabras, si los chinos consumieran menos, preservarían al mundo de la inestabilidad financiera mundial. Por un lado se critica a China por su exceso de inversión interna, creadora de capacidad de producción local que mejora la competitividad de sus productos a nivel internacional y presiona los precios a la baja y, por otro lado, se le exige que incremente su demanda agregada con el fin de reducir su capacidad de ahorro interno, desalentando así el incremento de su capacidad industrial instalada y generando, de esta manera, ingentes saldos de divisas disponibles para la reinversión en los países desarrollados.
En su reciente reporte anual, la Conferencia de la Naciones Unidas para el Crecimiento y el Desarrollo explica la aparente paradoja por la cual, en los últimos diez años, el capital haya estado fluyendo de los países emergentes a los países desarrollados, siendo que la teoría económica clásica propone el sentido contrario. En teoría, los países ricos exportan capital a los países pobres para fomentar su crecimiento. Sin embargo, en la década pasada, países como China han estado exportando el capital excedente a los Estados Unidos y a la Unión Europea de modo que pudieran solventar sus economías más allá de sus propios medios.
Este modelo le permitió a China y a otras economías emergentes un mayor crecimiento y una mayor tasa de inversión que el de los países que recibían su capital. Empero, este modelo convirtió a los otrora enemigos comerciales en socios, ya que China sustenta su economía en las exportaciones a Estados Unidos, atándola así a los vaivenes y a los costos de la crisis de la economía norteamericana. Al momento de recortar las fabulosas ganancias financieras y de reconvertir la estructura de su sistema financiero, Estados Unidos aplicará su “generosa” expansión socializando sus pérdidas al exterior y limitando los daños al interior de su economía. Es vital aprender las lecciones que nos deja la globalización, pero aún más importante es saber cuáles son las correctas.

Silogismos

El putsch agropecuario y el voto de Cobos, los hechos más impactantes de la Argentina de los últimos cinco meses, quedaron atrás. Sin embargo, como es habitual, el vértigo informativo que día a día “anoticia” más pero informa menos, va dejando hechos, palabras, que desaparecen al rato o al otro día, pero que ocultan, ex profeso, las reales discusiones de fondo.
Hace unos días, casi desapercibidamente, un matutino informó que la Mesa de Enlace & Cía, le solicitó a Sergio Massa a través de una misiva la suspensión del Censo Nacional Agropecuario –actualmente en marcha-, ante la falta de participación de “técnicos de reconocida trayectoria”, que el Censo además carece de la “calidad científica que amerita el mismo” y que no asegura las “garantías de confidencialidad” necesarias. Como forma de aumentar la insignificancia del reclamo, se pone el acento en la supuesta pícara maniobra de la Mesa de estimular un enfrentamiento entre el Jefe de Gabinete y el Secretario de Comercio. Un clásico de de los últimos meses para desviar la atención.
Esta forma de construir una realidad “conveniente”, a través de una falsa argumentación convertida en oportuno silogismo –propio de la mezquindad de un sector privilegiado- en el que la sola mención de la supuesta incapacidad del INDEC para llevar a cabo el relevamiento, se infiere la necesidad de su suspensión. Así presentados los argumentos, existe la intención de escamotear el verdadero sentido de sus intenciones. Si se revisan las afirmaciones vertidas en la mentada misiva, lo primero que se destaca es la representatividad de los firmantes, autoerigidos en los últimos meses como únicos interlocutores válidos “del campo”. Si bien las cuatro entidades signatarias dicen representar al conjunto de la casi totalidad de los productores agropecuarios, según los datos del Censo Agropecuario de 2002 solo el 4% de los productores estaba afiliado a alguna entidad verdaderamente gremial y el 13 % estaba agrupado en cooperativas. “Esta es la verdadera representatividad que tienen las entidades”, señalaba en su momento un especialista. Según dejan entrever, en el actual censo, estos números no variarían sustancialmente.
Por otro lado, y según las fuentes del sector consultadas, los mentados “técnicos de reconocida trayectoria” fueron quienes durante la década del noventa no objetaron públicamente la no ejecución de los Censos Agropecuarios que debieran haberse realizado en 1993 y en 1998, según lo estipulado en el Decreto 3110/70 del Poder Ejecutivo Nacional reglamentario de la Ley 17622 de creación del Sistema Estadístico Nacional. En cambio sí avalaron, en el año 2002, la realización de un censo agropecuario cuyo período de referencia (Julio 2001 – Junio 2002) abarcó casi con exactitud la mayor crisis económica y productiva de la Argentina. Consecuentemente, los datos estructurales del sector obtenidos en dicho operativo deben ser seriamente cuestionados, porque difícilmente pueda considerárselos como representativos al momento de analizar políticas públicas sectoriales, o al analizar académicamente la función de producción del sector Agrícola – Ganadero de nuestro país.
Por su parte, el CNA 2008 –metodológicamente- respeta íntegramente el relevamiento de información productiva del Censo 2002. Presenta como novedad, el relevamiento de información referida a Superficie Cosechada y Cantidades Producidas, ya que hasta el Censo anterior solo se relevaba la superficie implantada. Cierto es que en esta ocasión se incluye un Cuestionario de Datos Económicos, pero sorprende que se pretenda presentar esta novedad como una cuestión que puede afectar la calidad del Censo Agropecuario o que pueda tener objetivos no relacionados con el uso estadístico. La necesidad de recabar información económica del sector agropecuario en los operativos censales, surge de recomendaciones internacionales (FAO), ha sido largamente discutida y analizada por los profesionales de Sistema Estadístico Nacional, con los Organismos Públicos con responsabilidad primaria en la materia y en ámbitos académicos en oportunidad de la realización del CNA 2002, acordándose que correspondía llevar a cabo el relevamiento de estos datos. Atento al grado de avance que tenían las tareas precensales en ese momento, se resolvió su implementación a partir del Censo en curso.
Debe señalarse también, que el operativo censal en marcha tiene un período de referencia y fechas de corte de la información preestablecido, por lo que el relevamiento de campo no necesariamente debe realizarse en forma simultanea en todas las jurisdicciones, ya que la totalidad de la información relevada estará referenciada a un mismo momento del tiempo.
Es usual que diversos sectores productivos expresen su disconformidad con medidas que impulsa un gobierno. Sin embargo, cada vez que se abre una instancia para conocer las condiciones en que desarrolla sus negocios un sector privilegiado se convocan a los peores fantasmas. Solo exorcizando esos espectros se presentan condiciones para empezar a discutir una política de desarrollo e inclusión para todos los argentinos.