En todos esos momentos estuvo esta señora, por eso la sienten como una tía, la tía Mercedes, la tía compinche, la tía que alumbró la reapertura democrática en el Opera allá por 1982, la tía que ahora se marchó y los dejó solitos, desprotegidos, en silencio, con la mirada perdida, la cabeza gacha y un dolor con una potencia desconocida e inesperada.
Terminó el análisis. Ahora sólo resta ponerme a llorar.
A llorar juntos.
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