En las últimas semanas se publicaron distintas noticias sobre el cierre de negociaciones paritarias de distintos gremios, con la ineludible referencia que marcan los porcentajes obtenidos por las representaciones de los bancarios, metalúrgicos y camioneros. Hasta ahora las subas negociadas han sido superiores al 20%, monto que salvo para algunos segmentos de industrias, no debería hacer mella en sus cuentas. Hace unos días, un informe del Instituto Argentino de Mercado de Capitales da cuenta de la contabilidad de elevadas ganancias de las empresas obtenidas en 2009. Aún en la fase descendente de un ciclo de intenso crecimiento iniciado en 2003 –y con la previsible disparidad sectorial y de tamaño- las ganancias empresarias fueron asombrosas. Un manto piadoso parece aislar del debate este dato.
Si bien hasta ahora los dirigentes sindicales no expusieron el elevado nivel de utilidades que vienen acumulando desde hace varios años importantes sectores productivos como principal argumento en las discusiones salariales, no es menos cierto que no se tomen en cuenta las ganancias empresarias al momento de solicitar los aumentos de salarios. De otra manera no se entendería que soliciten porcentajes mayores a la evolución del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Pero esta estrategia –que tiene como horizonte recuperar la participación de los asalariados en el Producto Interno Bruto- ha generado distintas reacciones en el frente empresario más conservador. Así, hace unos días -en plena cosecha récord- el presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA), Eduardo Buzzi, pidió que el dólar cotice a más de cuatro pesos. Dicho argumento permitió tender un puente con las demandas de algunos sectores industriales exportadores como el automotor, en este caso expresados por el presidente de Fiat Argentina, Cristiano Ratazzi. La reaparición de la devaluación en el discurso empresario no surge ya como un intento de morigerar las subas salariales –las cuales casi no discuten- sino de modo de preservar y aumentar su ya alta rentabilidad. Una nueva devaluación la incrementaría a expensas de los niveles populares de vida transfiriendo ingresos en sentido contrario a la consolidación y recuperación buscada en el actual modelo de desarrollo económico con equidad.
El impulso de medidas económicas implica tensiones, confrontaciones y contradicciones donde se mezclan los intereses de los grupos de poder que pugnan por mantener sus privilegios. Azuzado por el dispositivo mediático el argumento “salarios vs. rentabilidad” que la racionalidad neoclásica explica como resultado de la “avidez” de los asalariados que intentan maximizar sus beneficios resulta a todas luces falso. Las discusiones paritarias lograrán una vez más el cometido de mantener el poder adquisitivo de los salarios y no deberían ser causa de aflicción alguna a las cúpulas patronales. Será un paso más en el camino de la recuperación salarial desde el salto hacia atrás en la distribución del ingreso que significó la devaluación de 2002. Es innegable que la rentabilidad empresaria es el motor de la actividad económica en una economía capitalista. Sin embargo, no es saludable -ni sustentable si se trata de evitar fricciones- mantener costos laborales degradados ante ganancias empresarias extraordinarias, puesto que ello implicaría un desfasaje contrario a un esquema social y económico sostenible en el tiempo.
El progreso de una sociedad implica también mejoras en las condiciones de vida de su población. La discusión debería girar en torno a cuál es una tasa “normal” y cómo las partes discuten su porción del pastel. El desafío es lograr un mejor esquema distributivo que el actual dentro de una economía en pleno desarrollo.
1 comentario:
Alguien sabe a que acuerdo llegaron los empleados de comercio?? o todavía no se sabe nada??
Publicar un comentario