sábado, 1 de agosto de 2009

¿Los sueldos subieron o bajaron según la estadística que se mire?

A propósito de las mals cifras que difunde el INDEC, encontramos este análisis:

Por Gustavo D. Rodríguez. Dirección de Consumo, Inversión y Sector Externo del Indec
De acuerdo con una nota publicada este martes en un matutino porteño, los salarios de los trabajadores del sector privado registrado podrían haber sufrido una variación en 2008 de entre 10% y -2,7%, según se utilicen para su estimación indicadores de salarios y el índice precios al consumidor, en el primero de los casos; o, en el segundo, el índice de precios implícitos (IPI) para consumo que surge de las estimaciones del Producto Interno Bruto. Esa afirmación tendría origen en el último Informe de Inflación del Banco Central, que dice: "durante 2008 se habría observado una baja (de los salarios), dado que las subas nominales fueron compensadas por las variaciones de precios y la suba de las alícuotas de los aportes jubilatorios". El BCRA utilizó para esa estimación el IPI. Ahora bien, la utilización de la evolución de este indicador para determinar la variación del poder adquisitivo de los salarios constituye una importante falla técnica que, por sí sola, puede inducir al lector desprevenido a resultados erróneos. Para no caer en errores conceptuales, en primer lugar, no debe perderse de vista que el IPI de cualquiera de los componentes de la demanda global (el consumo en este caso), es un índice de precios de tipo Paasche, que tienen ponderaciones variables (correspondiente a las del período corriente). Eso implica que si la comparación se realiza entre dos períodos distintos del año base (1993), como ser 2008 respecto de 2007, el resultado puede incluir variaciones de volumen, además de las de precios. Más aun, en algunos casos, pese a que las recomendaciones indican que los productos de distintas calidades (nafta de común, súper o premium) deben ser tratados como productos diferentes, las limitaciones en la disponibilidad de la información de base determina que esos productos, que en consecuencia tienen precios distintos, sean tratados para el cálculo del IPI como un producto homogéneo (utilizando un único precio para las distintas calidades, con tendencia a aplicar el valor del producto más moderno). Obviamente, no es lo mismo comprar $ 100 de nafta común que la misma cantidad monetaria de nafta súper o premium, pues las cantidades a adquirir son sensiblemente diferente. Los cambios a lo largo del tiempo de la "mezcla" de productos de distintas calidades genera un fenómeno que resulta muy importante en gran parte de los indicadores utilizados. Y redunda en que buena parte de la mejora de la calidad de los productos termina siendo considerada como una suba de precios. Ese efecto se acentúa en el caso argentino, dada la antigüedad de la base (15 años). Imagínese lo que han mejorado las computadoras personales en ese tiempo (pasamos de las XT a las Pentium IV). Por todo eso, al comparar la evolución de los salarios durante 2008 con la variación del IPI, se genera un sesgo (desvío) atribuible a cambios de volumen y de calidad y no exclusivamente a precios. Entonces, pretender utilizar ese indicador en forma directa para estimar la evolución del poder adquisitivo de los salarios es un grave error conceptual. Por si alguna duda quedara, considerando adicionalmente algunos aspectos metodológicos, la deficiencia de la comparación propuesta con el IPI se profundiza. Es que conforme a la metodología de estimación del consumo, los bienes industriales -que tienen una incidencia superior al 45%- trasladan al IPI consumo el comportamiento de los precios mayoristas y de los bienes importados, dado que los márgenes de comercio se mantienen constantes a valores de 1993. Entonces, la comparación que se efectúa conduce a sostener que el salario de los trabajadores podría sufrir un desfasaje aun cuando los precios minoristas no registraran variaciones. El error alcanza ribetes paradigmáticos cuando se deja en claro que, por convención internacional, al calcular el IPI de consumo se imputa el valor estimado del alquiler del stock total de viviendas de la economía, inclusive las ocupadas por sus propios dueños. Entonces, al utilizar el IPI, se termina diciendo que la totalidad de los trabajadores argentinos pagan todos los meses un alquiler (aun si viven en viviendas de su propiedad) y que la variación del precio de los alquileres afecta el poder adquisitivo del salario de la totalidad de los trabajadores. Otros ejemplos abundan, darse cuenta de ello sólo requiere una lectura inteligente de las cualidades propias del IPI. Lo evidente no es que el poder adquisitivo de los salarios subió o bajó según la estadística que se mire. Lo notorio es que las falencias en la estimación del indicador de evolución del poder adquisitivo de los salarios (del mencionado informe), y la falta de adecuado análisis, indujeron efectivamente a un error de análisis e interpretación de los datos.

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