domingo, 22 de febrero de 2009

Políticas de distribución del ingreso


Gobernar durante una crisis tan compleja como la actual requiere atender los matices del contexto con cierto pragmatismo más que gestionar con políticas estridentes.
La actual administración Kirchner, sin dejar de atender sus funciones básicas –Salud, Asistencia social, Defensa, etc.- continúa apostando a fortalecer el consumo interno como salida a la crisis. Aún cuando la crisis global hace temblar los cimientos de las mayores instituciones financieras y económicas de Europa o Estados Unidos, el Estado argentino interviene en la economía para poner un piso a la crisis y mantener el desarrollo económico y social logrado. Que no es poco.
En el último informe sobre Distribución Funcional del Ingreso, publicado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) en enero, se estiman los datos para el año 2008 de la Cuenta de Generación del Ingreso (CGI). Éste muestra cuál ha sido el resultado de la aplicación de un modelo de desarrollo donde no solo se contemplan los problemas de los factores económicos sino un patrón de crecimiento más equilibrado y solidario.
Si bien no se han logrado aún los picos de participación de los asalariados alcanzados durante el primer peronismo –cercanos al 50 por ciento-, la torta de los asalariados ha llegado a un nada despreciable 43,6 por ciento. Aún cuando la tasa de crecimiento es menor que en años anteriores, es cierto que la participación en los dos últimos años supera la alcanzada desde 1994. Estos registros muestran que la participación de los asalariados mantuvo su crecimiento desde 2003, reflejando la recuperación que registró el salario real y la ocupación durante los últimos años.
El extenso y agotador conflicto con un sector del campo del año pasado permitió instalar con fuerza el tema de la distribución del ingreso y poner en discusión nuevamente la relación capital-trabajo –la puja básica-, que es donde se juega el principal núcleo de la distribución del ingreso de la economía. En esta partida, el Estado tiene un rol fundamental, ya que el aumento de la ocupación y del salario real promedio no fueron el resultado de la “mano invisible” del mercado, sino de la política oficial en pos de la reactivación económica, en general, y de la reindustrialización, en particular.
Resulta evidente que, a la salida “deflacionaria” o en base a una mayúscula devaluación -que pulverizaría los salarios, como en 2002-, se le ha opuesto la gestión de la administración kirchnerista, que ha tenido la virtud de haber puesto el desafío en el centro de la escena política, en búsqueda de profundizar una mejora en la distribución del ingreso.
Uno de los dilemas centrales de la política económica gubernamental actual, en el marco de una crisis internacional de vasto alcance, es mantener el esquema de la única propuesta de política económica -parida al calor de las altas tasas de desempleo y pobreza de ese momento- que materializó competitividad industrial con la intervención estatal destinada a sostener e incrementar el poder de compra en bienes de consumo de los asalariados.
Un Estado en expansión en el ámbito económico, actuando sobre las demandas de mayor contenido social de los estratos más débiles de la población, tiene una probable respuesta reaccionaria de los voceros de la derecha política y económica del país, y que esconde en su seno el inconfeso propósito de arrinconar una vez más el estándar de vida de buena parte de la población argentina.

lunes, 9 de febrero de 2009

Relatos campestres

Cada año se inicia una redefinición del campo político y cambios en los lenguajes y en las interpretaciones del mundo social y material. Algunas veces se trata de matices, en otras se trata de cambios elocuentes que marcan una sustancial diferencia con lo conocido.
El año 2009 nos ha traído hasta ahora altisonantes diatribas contra las políticas del Gobierno central por una variopinta fauna de políticos a la caza de votos en las playas, lo cual resulta aceptable dentro del libre juego democrático. Sin embargo, declaraciones tan desafortunadas como el anuncio de futuras muertes o la comparación de un gobierno elegido en las urnas con la dictadura militar no son ejemplos de convivencia pacífica en el marco de una democracia. Mucho menos si se trata de discutir el futuro económico del país con sensatez.
Quizás sea útil reflexionar sobre los pedidos de la dirigencia agropecuaria y los resultados obtenidos por la autodenominada casta de productores agropecuarios que no trepidan en “desgastar” a un gobierno elegido en las urnas para imponer sus grandes negocios. No es necesario recordar que, como toda política, las medidas se ajustan a los contextos en los cuales se aplican, construyendo de esta forma una base institucional sobre la cual se construye la estructura económica de un país. En cambio, sí es necesario recordar que los dirigentes de la Mesa de Enlace y sus acólitos no están dispuestos a discutir ninguna política para su sector que afecte la renta presunta que obtendrían en caso de que no hubiera retención alguna, lo cual en lenguaje llano significa no discutir ninguna política.
Cuando se revisan los resultados obtenidos por el sector agropecuario entre 2003 y 2008, se puede observar que las exportaciones aumentaron en un 150 por ciento y sus ganancias un 340 por ciento. La rentabilidad del negocio de granos hoy –con las actuales retenciones- es aún superior a muchas alternativas industriales o financieras. Con precios internacionales similares a los de noviembre de 2007 –en ese momento ninguna cámara se quejaba por las retenciones- y costos que se redujeron un 20 por ciento en promedio, según estimaciones privadas, el reclamo febril del sojerismo vernáculo no es más que la expresión del corpus decadente de las formulaciones políticas de un grupo poderoso, conservador y reaccionario que aspira a recuperar la tradicional Argentina agroexportadora, reeditando la que se extendió desde fines del siglo XIX hasta la década del 30.
La discrepancia esencial de estos planteos tiene base en el modelo de desarrollo propuesto en función de qué tipo de especialización productiva debería tener la economía argentina, determinando qué sector o qué actividades serán las elegidas para liderar el proceso de crecimiento y de desarrollo. Dicha discrepancia no implica solo la elección de un camino hacia el desarrollo, sino qué esquema de organización social deriva de cada uno de estos modelos y de qué forma se plantea la redistribución del ingreso.
El modelo agroindustrial es expulsor de mano de obra del campo; inclusive la industrialización de productos agropecuarios es una baja demandante de empleo. El modelo de desarrollo productivo industrial ha demostrado desde el año 2003 hasta ahora ser el motor principal del empleo, siendo el responsable de la creación de más de 340 mil nuevos puestos de trabajo sólo entre 2007 y 2008.
En este marco, de redefinición política, de tensión entre la consolidación de un modelo de desarrollo industrial que busca un salto de calidad o un modelo agroexportador propio de hace un siglo atrás, es que la economía y la organización social del país se ponen nuevamente en juego.

martes, 3 de febrero de 2009

Relatos de la crisis II

Pese a los esfuerzos de los grandes medios anticipando que la temporada veraniega sería atroz -preanuncio de lo que sería la economía argentina en 2009-, las cifras de la economía real muestran una imagen totalmente distinta. Si bien la temporada tuvo un inicio un tanto incierto, en general los argentinos se fueron de vacaciones igual que en los últimos años: Mar del Plata mantiene los niveles de ocupación del verano pasado, los espectáculos teatrales venden la misma cantidad de entradas que años atrás y la ciudad de Buenos Aires está tan desierta como los últimos eneros.
Para los grandes trusts formadores de opinión pública esta temporada estival es horrible por efectos de la crisis, colocando a la gente ante un verdadero desafío: creerle a su experiencia en los lugares de veraneo o a lo que le dicen los grandes medios. Doña Rosa paga el tomate a dos pesos con cincuenta en la verdulería de la esquina pero cree que lo está pagando cuatro pesos como le dice el diario. Ante este dilema, los mitos de que hay que consumir menos, que hay que ser precavidos, toman fuerza. A desalentar estos mitos se dirigen justamente las medidas -que fomentan el mercado interno- implementadas por el Gobierno y que ayudarán a soportar la desaceleración de la actividad, en un entorno económico internacional crítico. Un estímulo oportuno, transitorio y dirigido.
La reacción de algunos medios críticos -tratando de birlar el verdadero sentido de las medidas adoptadas- podría ser interpretada como un síntoma de la impotencia de los mismos ante una realidad que no se ajusta a sus vaticinios. Intentando imponer su realidad por sobre los hechos palpables, juegan a convencer a la gente de que la situación económica está en los albores de una crisis como la del 2001. Cuando la gente ve que puede repetir su rutina veraniega, su realidad contrasta con lo que lee en la prensa.
Sin duda, la crisis es más de expectativas que de realidad, más importada que local y más en los medios que en la realidad. En tanto el mundo sufre las distintas etapas de la crisis económica, Argentina aún puede exhibir indicadores de crecimiento. Las ventas minoristas de diciembre fueron buenas y enero tampoco refleja un escenario recesivo; los empresarios se quejan porque agotaron su stock de heladeras, todo un síntoma de un verano “caliente”. Según informó el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el crecimiento de 2008 fue del 7,1 por ciento, la producción manufacturera tuvo una suba del 4,9 por ciento en tanto el desempleo se ubicó en el 7,3 por ciento, un 0,2 por ciento menor que el año pasado. Con respecto a las previsiones de las empresas industriales para el primer trimestre de 2009, el 58,5% de las firmas anticipa un ritmo estable en la demanda interna; el 56,8% de las empresas consultadas prevé un ritmo estable en sus exportaciones totales; el 86,3% de las firmas no advierte cambios en la dotación de personal y el 78,1% de las empresas anticipa un ritmo estable en la cantidad de horas trabajadas. Consultados en diciembre los empresarios de la construcción -quienes recibirán una parte importante del plan de incentivos del plan de “mantenimiento del empleo y fomento del trabajo”- acerca del impacto que tendrá en el sector el plan de obras públicas, se obtuvo un panorama favorable tanto entre quienes realizan principalmente obras públicas y entre los que hacen mayoritariamente obras privadas: entre los empresarios que se dedican principalmente a realizar obras públicas, el 80,5% cree que el plan será positivo; por su parte, el 50,0% de los consultados que realizan principalmente obras privadas cree que el impacto en el año 2009 del plan de obras públicas será positivo.
El Gobierno continúa ratificando la ruta que ha frecuentado desde 2003: un camino ubicado en las antípodas de las medidas ortodoxas recomendadas por la “democracia mediática” vernácula y que permitió uno de los más altos crecimientos económicos del mundo en el último quinquenio.