domingo, 2 de marzo de 2008

Paritarias salariales: ¿salarios vs. crecimiento?

Según la teoría económica neoclásica, los seres humanos son animales pensantes que ante el dilema de enfrentar necesidades infinitas versus recursos escasos, siempre tratan de maximizar la utilidad/beneficio que pueden obtener de sus recursos, léase salarios. Palabras más, palabras menos, es lo que escribieron, por ejemplo, Adam Smith y David Ricardo. De esta forma, se construyó la influyente “ciencia económica”. Tal ha sido su éxito que al día de hoy las nuevas escuelas del pensamiento económico están basadas en la “racionalidad” neoclásica.

En estos días asistimos a un nuevo período de paritarias salariales, donde la demanda más escuchada ha sido la moderación y racionalidad en los pedidos de los dirigentes sindicales. Pero nada se ha dicho sobre las ganancias de las empresas, sobre las cuales no existe pedido de coherencia ni de mesura para contribuir a la estabilidad de la economía; por ejemplo, no alimentar la inflación. Éste es el lado menos visto de la negociación.

Insistentemente se suelen mencionar los más diversos males que aquejarán al país si el Estado no controla las desmedidas pretensiones de los gremialistas ante la negociación salarial. Son habituales los lamentos de los empresarios y sus representantes sobre los decrecientes indicadores de rentabilidad y las consecuencias sobre las inversiones y el crecimiento futuro. Sin embargo, algunos estudios hablan de un panorama distinto. Alejados del discurso del establishment económico local, un grupo de investigadores del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda) demuestra con cifras que la evolución de la rentabilidad empresaria no ha sufrido daños como se suele argumentar. Dicho informe muestra que la tasa de beneficios supera los valores registrados antes de la devaluación y sólo son menores a los obtenidos el año siguiente a ésta, momento en que se produjo una violenta redistribución del ingreso a favor de las empresas. A pesar de las mejoras conseguidas en los últimos dos años, el salario se encuentra en uno de sus puntos más bajos en relación con el producto y las ganancias. Los aumentos de productividad registrados en la mayoría de las ramas industriales han dejado atrás las mejoras salariales conseguidas. El argumento “salarios contra precios” que la “racionalidad” neoclásica explica como resultado de la “avidez” de los asalariados que intentan maximizar sus beneficios es falso. No hace tanto tiempo atrás, un economista del gobierno proponía que los ajustes "salariales se realicen según referencia de productividad sectorial y no según el dato inflacionario".

Así, mientras en Brasil Lula define que “los avances de la modernidad, de las conquistas tecnológicas, deben significar no sólo un mayor aumento de la productividad y rentabilidad, sino también aumentar las horas de esparcimiento del trabajador, mejorar las condiciones de trabajo”, o en Bélgica, ideal que todos queremos alcanzar, hace ya tres años que se alcanzó la gratuidad de los desplazamientos en tren entre el domicilio y el lugar de trabajo; en Argentina, los aumentos salariales son sometidos a un minucioso escrutinio público, cuando no al escarnio, y las ganancias empresarias quedan fuera de discusión en tanto fuente de “prosperidad” general.

Las negociaciones que llevarán al alza los salarios -recuperación dirán algunos- no deberían ser causa de aflicción alguna. Sería esperable que marquen el fin de un período de muy bajos costos laborales, cuya máxima expresión se alcanzó en 2003, pero que “no puede ser la base sobre la cual se desarrolla un país”. El progreso de una sociedad implica también mejoras en las condiciones de vida de su población. No es posible mantener permanentemente una economía con costos laborales degradados y ganancias empresarias extraordinarias. Es innegable que la rentabilidad es el motor de la actividad económica en una sociedad capitalista. La discusión debería girar en torno a cuál es una tasa “normal” y cómo las partes discuten su porción del pastel. El desafío es lograr un mejor esquema distributivo que el actual dentro de una economía en pleno desarrollo.

2 comentarios:

Sirinivasa dijo...

Estimado: Manolo el Deshonesto a veces suele comentar iluminadas notas de ciertos blogs de una manera simple y clara:

clap, clap, clap!

Tengo unos datos duros en el horno para un post intitulado "yo pujo, tú pujas... ello no pujan?", es sobre la misma idea que recorre tu nota. (espero no me afanes el título!) Enhorabuena y bienvenido a este raro mundo blogosferil.

Sirinivasa dijo...

Ah, sino es molestia, megustaría husmear en eso que menciona sobre "sesgo plutocrático". Si te sobran unos minutos te dejo el mail

rojopunzo@gmail.com

O si está colgado y tenés un link, bué, más fácil.

De todos modos creo que se suele confundir al IPC, como índice general de precios de bienes y servicios finales, con un ICV o canasta familiar.

PS: Los amigos del CENDA son nuestros amigos!