jueves, 23 de julio de 2009

Indice de precios al consumidor para dummies

Junto a una nueva oleada de críticas al INDEc y al IPC que se ventilan en los medios, en la BEA también se encendió el debate, lo hizo Olivera , Derek, el amigo Siri, en Pueblo y Musgrave también. Uno también tiene su opinión. Comencé aclarando por acá, y seguí por acá, acá y acá.

Lo que sigue es una descripción que publicara hace más de un año, pero que aclara algunos conceptos que muchos dicen conocer, pero al momento de explicar hacen fuera del tarro. Vaya esta introducción al tema. En otro post seguiremos con más detalles de la metodología...si no me aburren antes.

Mensualmente asistimos a la discusión sobre la validez o no de las cifras que informa el INDEC, con críticas a supuestos desvíos que harían que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) no refleje la evolución “real” del precio de los bienes y servicios que consumen los hogares. Las dos últimas semanas han sido pródigas en especulaciones sobre el rediseño del IPC. A lo largo del último año, variadas críticas desde distintos sectores se han vertido sobre la idoneidad de este indicador así como sobre el tan meneado rediseño. En diversos medios de comunicación se observa, desde hace unos tres meses, un especial acento en el acortamiento o no de la lista de bienes y servicios medidos. Nadie objeta que el índice necesita ser remozado, pero hacerlo implica mucho más que una mera actualización de la canasta y sus ponderaciones. En vista de los conflictos desatados, como consecuencia de los intereses en pugna, sería deseable dejar de lado los puntos de vista parciales, sólo útiles a intereses bien precisos que resultan ajenos al modelo económico actual. Así las cosas, lo mejor es echar un poco de luz a tanta polémica, para lo cual resulta prudente aportar alguna claridad conceptual que facilite la comprensión. A poco de ahondar en el tema, nos encontramos con que usualmente la información publicada resulta, por lo menos, incompleta. Nº 1. Se tiende a equiparar la tasa de inflación con la evolución de los precios minoristas. Conceptualmente, la inflación excede la variación de precios al consumidor, alcanzando –en realidad- a la totalidad de los bienes y servicios transados en la economía. Distintas propuestas se han analizado para medir la inflación, pero eso es materia de otra discusión. Nº 2. Como se aclara en la publicación de la metodología del IPC (la afamada Metodología 13), éste indicador “no es un índice del costo de vida”, ya que no se contemplan todos los gastos que un consumidor promedio destina para mantener su nivel de vida; por ejemplo, impuestos, amortizaciones o intereses de préstamos. Nº 3. Los índices de precios que se elaboran en la mayoría de las Oficinas Nacionales de Estadística del mundo se basan en el modelo diseñado por el economista alemán Laspeyres. Sintéticamente, se trata de un índice promedio de precios ponderados de los gastos de un grupo representativo de familias encuestadas, tomando una canasta fija de bienes y servicios. El IPC argentino actual mide la variación de precios de dicha canasta fija de bienes y servicios, de acuerdo con lo que un grupo de familias escogidas consumió entre 1996 y 1997. No se reflejan, por tanto, los cambios en los hábitos de consumo, ingresos de la población y modificaciones de precios relativos que hubo desde entonces. Otras importantes cuestiones deben ser tenidas en cuenta: en primer lugar, la canasta utilizada para llegar a un índice general, no refleja, ni podría hacerlo, el consumo de una familia en particular, se trata de un promedio de consumo utilizado para la realización del cálculo del indicador, implicando ello sólo una hipótesis a partir de la cual se elabora éste, nada más que eso. Por otro lado, ¿es el índice de precios general el promedio de los índices de precios individuales para cada familia? No, es un promedio, donde los gastos de mayor valor económico presentan más “peso” que los de menor cuantía, sin importar la cantidad de hogares que incurran en cada uno de ellos, o sea que, en términos relativos, “pesa” más en la canasta un viaje al exterior que un kilo de pan. Esta anomalía fue descripta ya en 1959 por el inglés Sigbert Prais, y la denominó “sesgo plutocrático”. Debido a este efecto, el segmento más rico de la sociedad -o por lo menos el segmento de aquéllos que consumen más- obtiene un peso mayor en el índice de precios que aquél que consume menos. Esta situación se da al considerar gastos tales como el costo de un paquete turístico a Miami-Orlando, el importe por una cena-show, la compra de champagne extra-brut, o el pago a las empleadas domésticas; resulta obvio que estos consumos no se encuentran al alcance de todas las familias argentinas, ergo, lejos están de ser masivos. Este economista plantea como alternativa, confeccionar un índice “democrático”, donde el peso relativo de cada sector social sea representativo de la masividad del consumo.
En la misma línea de argumentación, también podríamos agregar que el IPC no considera la sustitución entre bienes que realizan las personas, por ejemplo por cuestiones estacionales. Este índice no ha logrado hasta el momento dar cuenta de fenómenos tan complejos como los que se presentan en la realidad por no disponer de respuestas adecuadas, que resuelvan situaciones vinculadas con la ausencia de oferta, ni han sido fructíferos los esfuerzos para incorporar los registros vinculados a los cambios en los hábitos de compra que, de otra parte, inciden en la participación en las ventas en almacenes, súper e hipermercados que no es la misma hoy que cuando se realizó el relevamiento de gastos; asimismo, tampoco ha incorporado en la canasta nuevos bienes que van surgiendo en la economía.

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